Juego con plastilina
Manipular plastilina es una actividad accesible con múltiples posibilidades para mantener el interés, que además ayuda a los menores a mejorar la motricidad fina, la coordinación y la fuerza en manos y dedos. Favorece la creatividad y la expresión emocional, así como la reducción de la ansiedad, al estar centrados en una tarea tranquila. Al jugar, pueden narrar historias o nombrar formas y colores, lo que refuerza también el lenguaje. Asimismo, se desarrollan habilidades sociales como el turno, el respeto del espacio del otro o la colaboración.
Exploración de texturas variadas
Crear una caja sensorial con objetos que tengan distintas texturas — como algodón, esponjas, papel burbuja o juguetes rugosos— invita a la exploración táctil. Los menores pueden tocar, apretar o frotar estos materiales, desarrollando la sensibilidad táctil y la discriminación sensorial. Esta práctica también ayuda a regular la ansiedad y a mejorar la comunicación no verbal, debido a que se consigue expresar preferencias o rechazo. También se trabajan gestos de comunicación no verbal, como retirar la mano o mostrar interés. Puede utilizarse como parte de una rutina o para facilitar la transición entre actividades.
Luces suaves y proyectores de colores
Como crean entornos visuales relajantes, las luces suaves o proyectores de colores contribuyen a reducir la ansiedad y a fomentar momentos de calma y concentración. Estos dispositivos ofrecen estímulos controlados como figuras suaves o cambios de color lentos que captan la atención sin provocar sobrecarga sensorial. Usarlos en rutinas diarias como antes de dormir o durante terapias puede reforzar hábitos tranquilizadores. Además, favorecen la exploración visual y el desarrollo emocional, sobre todo cuando se combinan con música suave. No obstante, es importante evitar luces parpadeantes o intensas y optar por opciones regulables en brillo y color.
Masajes y movimientos rítmicos
El contacto suave mediante masajes o movimientos rítmicos como balanceos y mecidos aporta beneficios tanto corporales como emocionales: reduce el cortisol, favorece la relajación y fortalece el vínculo con el cuidador, reforzando la sensación de seguridad. Aplicado con regularidad y en un entorno familiar, puede facilitar el descanso nocturno y preparar al niño para actividades estructuradas. También se ha asociado a mejoras en la autorregulación emocional y la atención. Eso sí, conviene introducirlo de forma progresiva y respetando siempre sus límites sensoriales.
Aromas naturales y sabores suaves
La estimulación olfativa y gustativa con aromas suaves o alimentos de sabores poco intensos ayuda a ampliar el repertorio sensorial y a la relajación. De hecho, algunos aceites esenciales como el vetiver o el incienso se asocian a la reducción de la ansiedad y mejora del sueño. Por su parte, la manzanilla y la lavanda están relacionadas con la calma, mientras que la menta puede estimular la atención. El uso debe ser siempre prudente: diluidos en aceites portadores o mediante difusores. Conviene evitar aromas intensos y consultar a un especialista antes de incorporarlos a la rutina diaria del menor.